Las zonas económicas especiales en México han impulsado la inversión y creación de empleo en regiones marginadas, mostrando resultados mixtos en su desarrollo. Aunque generan ventajas competitivas, enfrentan retos como infraestructura deficiente, corrupción y sostenibilidad ambiental. Su éxito dependerá de una gobernanza efectiva y políticas integrales que prioricen el bienestar social.